Tailandia, la tierra de los libres

Hace décadas que ocupa un lugar preferente en los catálogos turísticos y, sin embargo, permanece como un destino poco conocido por los viajeros. Se diría que el cemento y los neones de sus centros vacacionales han ocultado el apasionante país que los alberga…y que muy poco tiene que ver con ellos. Etimológicamente, la palabra Tailandia significa «la tierra de los libres», y no es un nombre arbitrario, ya que jamás fue sojuzgada por potencia alguna. Atacada sí; incluso arrasada por los birmanos en el siglo XVIII. Pero los thai resuergieron una vez tras otra, reconstruyeron sus ciudades, resembraron los campos, como un junto que se doblega a los embates del viento pero nunca llega a quebrarse.

Su territorio está repleto de restos monumentales, urbes enteras y centenarios templos de piedra que se levantan en medio de la selva. Hay pocos placeres comparables a pasear por estos solitarios recintos y descubrir las maravillas que se agazapan en sus esqueletos pétreos. Los confines norte y noroeste de Tailandia, por su parte, se levantan en montañas donde viven grupos culturales adaptados a tan abrupto territorio. Sus costumbres, vestimentas, incluso técnicas de construcción o agrícolas son reliquias de tiempos pretéritos. El sur, en cambio, es el dominio del mar, una sucesión de playas arropadas por palmerales, y de acantilados que caen a pico sobre las aguas. Y si bien es cierto que algunos de estos escenarios ya han sido degradados por la industria turística, son muchos más los que esperan su descubrimiento por cualquier viajero que esté dispuesto a apartarse de las rutas trilladas.

El corazón de este mundo es Bangkok. Capital futurista, la opulencia de sus centros comerciales hace sentir provinciano al visitante, mientras la vertiginosa superposición de autopistas, ferrocarriles y metros, unos sobre otros, podría ser un inquietante anticipo del futuro de nuestras ciudades. Paradójicamente, basta desplazarse unos metros y embocar cualquier callejón para dar de bruces con ambientes y actividades extraídos de un grabado romántico.

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Mezcla de espiritualidad y materialismo, aferrada a sus raíces pero ferozmente cosmopolita, puritana a la vez que ultratecnológica, Tailandia es un resumen de las contradicciones que sacuden a tantos países del Sur en este siglo XXI. Un experimento sin secretos ni tapujos, a la vista, cuyos resultados permiten atisbar cómo será, tal vez, el mundo del futuro.

 

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