De China a Turquía a través del Asia Central
Si el camino desde Xian hasta Estambul se transformara en una autopista, el viaje que una vez durara tres años podría ser recorrido en menos de dos semanas. Sin embargo, esa vía rápida no existe, y tal vez sea mejor así, pues la travesía es más intensa e interesante.
Desde occidente
Quizá la mejor opción para recorrer hoy la Ruta de la Seda sea iniciar el camino en Estambul, es decir, progresar en sentido contrario al convencional. Con la ciudad turca existen excelentes comunicaciones vía aérea desde España.
Una vez en Turquía, el viajero tiene dos opciones: la primera nos llevaría hasta la frontera siria para adentrarnos en ese país. De hacerlo, la situación actual de Irak nos obligaría a volver sobre nuestros pasos tras visitar Alepo, Damasco y Palmira si queremos seguir la Ruta de la Seda. Por ello, ir hacia la frontera turco-iraní tal vez sea la opción a considerar más seriamente. En la actualidad la guerra, hace imposible la primera opción.
Una vez en la República Islámica de Irán, la ruta, para evitar la problemática situación bélica que sufre Afganistán, se desviará hacia el sur para entrar en Pakistán.
Tampoco las relaciones entre Irán y Pakistán son las mejores, de manera que es conveniente informarse de si los puestos fronterizos entre ambos países están abiertos y dónde conseguir el visado para entrar en Pakistán.
Una vez en ese país, la ruta sigue hacia el norte, camino de China, cruzando el mítico collado de Kunjerab, atravesando el Pamir e ingresando en el Turquestán oriental.
Si optamos por la ruta septentrional que evita Afganistán, hay que atravesar Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán antes de penetrar en China.
Una vez en Kashgar hay que volver a elegir ruta para rodear el desierto de Taklmakan. Aviones, raíles y asfalto nos conducen por el norte a Urumchi y Turfán, el acceso más cómodo. Dunas y ciudades perdidas flanquean la decisión de seguir a Marco Polo por el sur hacia Yarkand y Hotan. Etapa obligada: Dunhuang y el destino final, fácil y accesible a través de Lanzhou, Xian.
Desde Oriente
Las relaciones entre los países de esta amplia zona no son las mejores. Además, algunos nuevos estados de Asia Central aún no se han desprendido de la burocracia de la era soviética, que incluía el visado específico para viajar a determinadas ciudades. Para acabar de complicar las cosas, los conflictos bélicos impiden atravesar parte del camino. Todo ello hace hoy muy difícil recorrer en su totalidad la Ruta de la Seda desde Xian, en China, a la antigua Constantinopla.
A pesar de todo, se puede seguir la ruta de la estepa euroasiática a través de las antiguas repúblicas soviétivas, Pakistán, Irán, rodeando el mar Caspio y entrando en Turquía por el este hasta arribar a Estambul. Un camino que no está exento de dificultades, ya que muchos gobiernos no expiden los visados a la llegada a un puesto fronterizo o a un aeropuerto, lo que obliga a tramitarlos o bien en España o las embajadas de la capital del país donde nos encontremos.
En Asia Central, las secuelas del imperialismo soviético y chino, las diferencias religiosas entre musulmanes chiitas y sunitas y otros conflictos pueden complicar un itinerario bien diseñado. Los visados que hoy se expiden con regularidad, mañana pueden cancelarse.
El camino que une dos universos
La Ruta de la Seda es uno de los grandes hitos que nos quedan. No sólo por la dimensión territorial que posee sino, sobre todo, por la cultural. Pueblos nómadas y sedentarios de costumbres y formas de vida completamente dispares, territorios agrestes y sin domesticar esperan al viajero. Los hilos de seda se consiguen como siglos atrás, las cúpulas turquesas de las mezquitas refulgen todavía a un sol cansado de abrasar desiertos intimidatorios. La cultura caravanera ha dejado un poso a lo largo de toda la Ruta de la Seda que el paso de los siglos no ha conseguido borrar. El viajero valiente cederá a la tentación y, aunque transitar por las sendas de la Ruta de la Seda no es, en la actualidad, sencillo descubrirá lo inesperado: mil mundos antiguos esperando para seducir a quien se atreva a catarlos.