Lisboa, una ciudad de infinitos atractivos

El año pasado tuve la suerte de poder volver a Lisboa de vacaciones. Había estado de pequeña, pero apenas recordaba algunos detalles, muchos de ellos entremezclados con las fotos que mis padres guardan en el álbum. Tenía muchas ganas de volver y poder pasear de nuevo por sus calles. Reconozco que no me decepcionó ni un poco, además, antes de salir de viaje consulté una página que me sirvió para mi posterior visita.

Lisboa. / Cristina Casado

Debo decir que uno de los lugares cuya belleza más me impactó fue Sintra. Enclavada en medio de la naturaleza, los edificios forman parte del medio ambiente. Si bien ya conocía el Palacio da Pena, en esta ocasión visité la Quinta da Regaleira, un auténtico lujo para la vista. La historia, secretos y misterios que esconde la Quinta da Regaleira la convierten en un monumento apasionante. Por todo el complejo encontramos referencias a la masonería y a los templarios, así como un pozo iniciático. Al parecer, Carvalho Monteiro era uno de los miembros de esta secta en Portugal, además de aficionado a la astrología, el esoterismo y las ciencias ocultas, y quiso dejar constancia de ello en cada rincón de la finca.

Quinta da Regaleira. / Cristina Casado

Por supuesto no faltó la visita «obligada» al Monasterio de los Jerónimos, ¡qué belleza! Situado en el barrio más monumental de la capital lusa, Belem, a pocos metros de distancia se encuentra el Monumento a los Descubridores y la emblemática Torre de Belem, que data del siglo XVI y se construyó como fortaleza para proteger la entrada al puerto a través del Tajo (en el interior del baluarte aún podemos ver los cañones). Con el tiempo, su uso defensivo quedó relegado y se utilizó como centro reacaudador de impuestos e incluso prisión.

Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa (Mosteiro dos Jerónimos) constituye unos de los principales ejemplos de la arquitectura manuelina en Portugal y un homenaje a la época dorada de los descubrimientos, pues Manuel I ordenó su construcción para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. De hecho, las obras se financiaron con los impuestos procedentes de las colonias. En este viaje no tuve tiempo de subir al Castillo de San Jorge, pero eso solo significa que tendré que volver a Lisboa.

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