El río Oza es un pequeño caudal de agua cristalina que nace en las estribaciones de los denominados Montes de León, cuyo pico más alto es el Monte Teleno, con más de dos mil metros de altitud. Siguiendo la cresta que conforma esa pequeña cordillera al oeste de la provincia leonesa nos encontramos con el Morredero. Paso antiguo entre las gentes del Bierzo, Cabrera y Maragatería hacia las zonas de Sanabria en Zamora. «Morir» de frío, con neveros que resistían hasta bien entrados los veranos era una ruta de mulas y carruajes de arrieros, pastores y trabajadores eventuales del campo.
De las nieves caídas en el Morredero nacen varios manantiales que dan forma al río Oza. Río que por el sinuoso valle que transcurre hasta llegar a Ponferrada -nunca abandonamos tierras de ese término municipal- conforma un valle que se confunde en la nomenclatura a veces con el Valle del Silencio. Éste último tiene como punto más alto el denominado Campo de las Danzas a los pies del Aquina. Y con el Valle del Oza conforma una extensión agreste donde hace siglos los monjes establecieron varios monasterios alejándose de todo el mundanal ruido, guerras y pestes medievales.
Ascendiendo el Oza topamos con la planta potabilizadora que da de beber a la mitad de la capital del Bierzo, Ponferrada, y con varios pueblos que guardan a duras penas la tradicional arquitectura berciana en sus casas. Las influencias gallegas y las maragatas se notan en estas construcciones de piedra y madera originales. Los amantes del senderismo tienen aquí una ruta ideal. Los de la gastronomía comarcal encontrarán algún que otro establecimiento donde el pote, el botillo y los caldos del país hacen las delicias del viajero.
En medio de la ascensión, antes de llegar a Peñalba, la carretera hace un giro brusco a la derecha y se adentra por buen camino en busca de Montes de Valdueza, a cuya entrada se ha acondicionado un amplio aparcamiento que, tarde ya, pretende sacar del aislacionismo a este lugar, menos afortunado que Peñalba en la llegada de los servicios básicos, cuando también merece por historia, entorno y arte entrar en letras mayúsculas en los nombres del Bierzo. El monasterio de San Pedro de Montes, monumento nacional desde 1931, fue creado por San Fructuoso en el siglo VII sobre un pequeño castro astur romanizado. San Valerio levantó la base de la actual construcción, aunque las constantes modificaciones fueron ampliando y configurando el aspecto actual.
Perteneciente a la Parroquia de la Basílica de la Virgen de La Encina en Ponferrada, se ha actuado en su desescombro y su tejado. Pero aún falta casi todo por hacer para poder disfrutar de este importante edificio con no menos interesante iglesia y sacarlo de la ruina al que parecía abocado. La visita está guiada y acompañada por personal voluntario y a fe que merece la pena.
En el interior del templo encontraremos a la pequeña Virgen de la Aquiana, venerada en todo el Valle y cuya fiesta reúne a la escasa población que aún sobrevive a las incomodidades de los inviernos duros y agrestes de la zona.
Pero sin duda franquear la entrada al templo de Peñalba proporciona siempre un desmedido respeto similar al que el visitante obtiene entrando en Santiago el Mayor, en Galicia; y sin embargo nos encontramos en un templo pequeñito muy desvencijado por el paso del tiempo y que a duras penas se logra mantener abierto y aseado para recrearnos en su dimensión real de hace tantos siglos.
La iglesia mozárabe es un lujo en un andurrial eremita, con semejanzas en otras pequeñas iglesias de pueblos bercianos como Campo y Santo Tomás de las Ollas. El trabajo mozárabe es claro por sus arcos de herradura. La influencia musulmana en tiempos donde las dos religiones se entremezclaban por el trasiego de gentes que huían de uno y otro lado es notorio. El monasterio en sí, no deja de ser un pequeño volumen pétreo donde vivían aislados en las alturas entre media docena y una docena de monjes.
Aquí fueron donadas la Cruz de Peñalba y el Cáliz de Peñalba por los reyes leoneses. Y sin embargo, ambas joyas se encuentran fuera no solo de su lugar de origen, sino de la propia comarca berciana. Lo que denota la pérdida de influencia y poder de sus tierras y gentes hasta hoy en el siglo XXI.
Lugares para los amantes de la naturaleza. Santiago de Peñalba es reconocido como uno de los pueblos más bonitos y singulares de la península ibérica por haber logrado conservar su estructura urbana. Calles y casas son todo un monumento que hacen de la aldea un lugar de cuentos medievales.
Y si todavía restan fuerzas el viajero puede salir al sendero que remonta aún más el río que se vuelve reguero hasta las cercanías de la Cueva de San Genadio, obispo de Astorga y eremita en cuya gruta, visitable, cada vez más personas con fe o sin ella encuentran el lugar de descanso de una jornada llena de sensaciones y buenas sorpresas.