África es donde todo empezó. Los organismos vivos más antiguos, el huevo de dinosaurio más anciano, el mamífero de mayor antigüedad…Todo eso ha sido encontrado en África. Y el gran valle del Rift, justo donde ahora nos hallamos, es, posiblemente, la cuna de la raza humana. Las palabras del guía resuenan pausadamente entre las paredes rocosas de un paisaje desolado, áspero, casi desértico, bajo un sol que cae implacable…El lugar se llama Olduvai y figura como visita obligada para quienes se aventuren por la región noroeste de lo que hoy es Tanzania.
De hecho, el propio nombre del fenómeno es una redundancia: en inglés, rift significa grieta, rendija o, en términos de relaciones humanas, desavenencia, disputa. Pero, redundante o no, poco imaginaba John Walter Gregory, el explorador escocés que lo bautizó, cuán acertado iba a resultar. Y no sólo desde un punto de vista estrictamente físico, geológico, sino también porque el gran valle del Rift se ha convertido en una valiosísima rendija a través de la cual el ser humano moderno intenta averiguar de dónde viene; porque sus llanuras hundidas, encajonadas a veces entre acantilados escarpados, son escenarios de disputas incesantes en las que los contendientes se juegan la vida y la muerte; y, finalmente, porque las riquezas del Rift, sobre todo en lo que ahora es Kenia y Tanzania, han sido causa de sangrientas desavenencias, primero entre los diversos pueblos que lo habitaron y,luego, entre las potencias coloniales.
Desde Etiopía hasta Sudáfrica, los diversos hallazgos paleontológicos que se han efectuado en esta gran falla han servido para saber que hubo, al menos, dos especies de homínidos predecesores del hombre moderno. En realidad, ahora pocos científicos discuten que a los homínidos les ocurrió como a muchos otros mamíferos: hubo varias especies, la mayoría se extinguió y sólo una sobrevivió…de momento. En palabras de Meave Leakey, de la prestigiosa familia de paleoantropólogos kenianos, «tenemos un pasado muy complejo y somos la única especie superviviente…Pero nuestra existencia no es segura. También nosotros podemos extinguirnos».
Hace ya tiempo que las autoridades kenianas comprendieron que el renovado interés del mundo occidental por ese gran espectáculo natural era un buen negocio. Con algunos años de retraso, los tanzanos se apuntaron también al mismo carro. El resultado es que todo está cada vez más montado y reglamentado: por aquí se puede pasar, por allá no; hay que dormir aquí, o en aquel lodge de más allá…Seguramente, todas estas disposiciones aumentan la seguridad de los visitantes y ayudan a frenar el deterioro de las zonas más concurridas, pero lo consiguen a costa de sacrificar la inmediatez, el contacto directo, aumentando la distancia entre animales y humanos.
Lejos quedan ya los tiempos en que era posible plantar las tiendas en pleno cráter del Ngorongoro, por ejemplo. Es cierto que había un riesgo mayor, como aquella vez en que, al meternos en los sacos de dormir, empezamos a sentir centenares, millares de pequeños mordiscos por todos los rincones de nuestros cuerpos…y es que habíamos colocado las tiendas sobre un enorme hormiguero. La noche fue angustiosa, luchando contra millares de diminutos agresores y sin salir de nuestro habitáculo. Claro que antes habíamos pasado una velada maravillosa alrededor de una hoguera: los guías nos explicaban historias inquietantes bajo una fantástica bóveda estrellada, los animales rondaban muy cerca y sentíamos que estábamos en plena naturaleza. Ahora, la mayor parte de los lodges y campamentos se sitúan en la parte superior de los acantilados que marcan la enorme falla del Rift, entre cafetales y plantaciones de té y no muy lejos de granjas muy parecidas a la que describe la danesa Blixen en sus escritos.
Hacia 1979, la localidad de Limuru acogió una típica celebración británica: la caza del zorro…Sólo que sin zorro. Pero no importaba, la partida se organizaba igual, la algarabía de los perros era idéntica a la que se producía en la verde campiña inglesa.
Después de la Segunda Guerra Mundial llegó la descolonización y, si arbitrario había sido el reparto del pastel que las potencias europeas habían acordado, aún más arbitraria fue la creación de los modernos estados. Todavía hoy, más de medio siglo después, perduran los conflictos étnicos y fronteras ocasionados por la artificial división de África. Sólo por poner un ejemplo, el gran ecosistema Serengueti-Massai Mara tiene dos nombres simplemente porque una parte está al norte y otra al sur de una línea recta que se trazó en algún despacho de Europa para separar lo que había sido zona de dominación británica, ahora Kenia, y la que originalmente había sido colonizada por Alemania, que en la actualidad es la república de Tanzania.
Antaño eran, simplemente, habitantes del gran Rift…región de lagos, cada uno completamente distinto de los demás, especie de jardín de las delicias, de flores enormes y dieras magníficas. Región geológica que ha empezado a proporcionar a la ciencia moderna las claves para saber quiénes somos y de dónde venimos. Kenia, Tanzania, Etiopía, Uganda, Ruanda.