Al igual que el Camino ha marcado, en su trasiego de cronistas, monjes, santos y pícaros, buena parte de la personalidad del continente europeo, la ruta ha dejado una huella profunda en la identidad leonesa y su trayecto supone un auténtico itinerario de la cultura provincial.
Es este un Camino de Cultura -profundamente vinculado a la orden cisterciense, que introdujo sus normas artísticas y espirituales a través de él-, de fe y de historia. Pero estamos también ante un Camino de leyendas. Quizá ningún otro centro de peregrinación del mundo crisitiano guarde en sus crónicas más personajes legendarios, más situaciones fabuladas, más nombres de reyes míticos que nunca llegaron a Santiago y de batallas que nunca tuvieron lugar. El Camino, marcado por las estrellas en dirección al fin del mundo y a los conocimientos prohibidos, esconde sus mejores secretos en esa combinación de historia y leyenda que rodea su existencia desde sus propios orígenes.
La gesta del caballero Suero de Quiñones es, sin duda, el hecho legendario más celebrado de la geografía jacobea leonesa. En Puente de Orbigo don Suero de Quiñones decide, por amor a su dama, desafiar en nombre de Santiago a todos los caballeros que pasaran por el puente. Dicen los pergaminos que entre el 10 de julio y el 10 de agosto del año 1434 hasta 300 caballeros fueron allí vencidos.
Pero, seguramente, el gran milagro de Santiago no fue el apoyo prestado a la causa cristiana en las batallas de la reconquista o al caballero leonés en su particular gesta sino el de la vinculación de España a Europa a través de un Camino universal. Esta ruta se identifica en buena parte de su trayecto por la provincia de León con antiguas vías romanas que llevaban a Roma el oro de las Médulas o la Fucarona y dejaban en estas tierras profundos vestigios de la cultura del imperio.
Han sido los viajeros que, desde hace mil años, han pasado por aquí los mejores cronistas del Camino, con su atención a los pequeños detalles o sus descripciones ilusionadas. Ya el primero de todos ellos, el clérigo francés Aymerico Picaud, describiía a principios del siglo XII a Sahagún como villa «pródiga en toda suerte de bienes o la real ciudad de León como llena de toda especie de felicidades».
Los escritos de estos peculiares historiadores incluso aportan consejos sobre el comportamiento gastronómico -como el de künig von Vach que, en el siglo XV, recomendaba en Villafranca del Bierzo beber el vino «con discreto miramiento, porque saca a alguno de sentido»-o galante: a principios del XVIII. Guillaume Manier cuenta los problemas que tuvo en Cacabelos cuando un compañero recibía unas cuchilladas de oficiales españoles por mostrar demasiado entusiasmo ante unas bellas lugareñas. Este es el mismo viajero que descubre en Mansilla de las Mulas el pimentón, condimento que, para su sorpresa, da un gusto exquisito a la sopa.