LLEGAR EN BARCO O EN AVIÓN
«…Ahora sólo atraca en las dársenas del Hudson algún que otro crucero de lujo, lo que es una lástima, porque la llegada por mar a Nueva York debería ser obligatoria. Pocas ciudades ofrecen al viajero una primera visión más grandiosa y sorprendente que Nueva York vista desde el mar; pocas tienen una fachada marítima más teatral. Ahora en cambio es preciso llegar en avión, después de un viaje extenuante, al que agregar el calvario de la aduana y el control de inmigración, la lucha feroz por un taxi y la sensación angustiosa de estar siendo víctima del taxista…»
LAS LUCES QUE NO SE APAGAN NUNCA
«…El indio washakie me dice que hasta hace poco, en una Nueva York que ya no existe, las luces no se apagaban nunca, que este resplandor, comparado con el que había antes, no es nada. Él ha leído que un astronauta que diera vueltas a la tierra sólo podría distinguir a simple vista las luces de Nueva York. Antes la energía eléctrica era tan barata que nadie se preocupaba por economizarla. Me cuenta. Él mismo, como todo el mundo, no desenchufaba el aire acondicionado cuando se iba de vacaciones; de este modo encontraba la casa fresquita al regreso. Todo el combustible era barato, dice: en invierno había que llevar ropa liviana para resistir la intensidad de las calefacciones, los coches consumían un volumen de gasolina que nadie se molestaba siquiera en medir. Ahora todo esto es sólo un recuerdo; ahora la crisis ha engendrado la incertidumbre: ya nadie sabe cuánto valdrán mañana la gasolina o la electricidad, ni siquiera sabe nadie si podremos disponer de combustible mucho tiempo. A partir de las siete u ocho de la tarde las luces de los rascacielos se van apagando y los edificios quedan convertidos en masas enormes y sombrías. Washakie opina que al país le ha llegado su hora, como le llegó al imperio romano…»
GRANDES TORMENTAS PARA UNA GRAN CIUDAD
«…Quien ha vivido en Manhattan sabe hasta qué punto el viento preside la vida de la ciudad. El viento recrudece los fríos terribles del invierno, rompe los paraguas y los toldos, derriba los árboles y los semáforos, hace trastabillar y caer a los ancianos y a los enfermos, no deja dormir; a veces acelera el paso de los nubarrones y despeja los cielos, otras, trae los aguaceros de finales del verano o principios de otoño, cuando llegan las colas de los huracanes devastadores del Caribe, ya muy debilitados. En su faceta menos agresiva el viento anima las calles; hace planear las gaviotas y ondear las banderas y levanta las faltas de las chicas. Tan excesivo como el viento es la lluvia. A menudo el cielo se encapota en pocos segundos, sin previo aviso, y empieza a caer el agua…» «…De todos los fenómenos meteorológicos la nieve es el más bonito de ver. Es bonita cuando cae e inmediatamente después de haber caído. Al posarse con tanta mansedumbre confiere al paisaje urbano, de natural áspero, una solemnidad no exenta de ternura. La caída de la nieve, además, impone a la ciudad un silencio sepulcral, porque paraliza el tráfico. Pero esta maravilla dura poco. En seguida la nieve se transforma en hielo y eso es peor que el viento, la lluvia y el frío combinados…»
UN CIELO SIN BRUMAS NI SENSUALIDAD
«…La luminosidad del cielo, el color del cielo y la transparencia del aire es lo que permite soportar el clima de Nueva York sin perder el buen ánimo. El cielo y los rascacielos de Manhattan no se pueden disociar, los perfiles nítidos de aquéllos sólo adquieren su verdadero carácter contra el cielo luminoso, puro y despejado que los envuelve. La conjunción de estos dos elementos resulta invariablemente falseada en la fotografía, en el cine y en la televisión. El cielo de Nueva York es un cielo romano, racionalista, prosaico, alejado por igual de la sensualidad perfumada del Asia Menor y de las brumas fantasmagóricas del Norte…»
NUEVA YORK SE AMERICANIZA, COMO TODOS
«…Al igual que París, Londres o Madrid, Nueva York se americaniza: donde hace poco había establecimientos familiares de larga tradición hay hoy hamburgueserías pertenecientes a una cadena poderosa y multinacional. También en este sentido Nueva York ha ido cambiando. Este proceso de europeización, americanización y niponización hace que las diferencias entre una ciudad y otra vayan desapareciendo y que cada día las ciudades del mundo entero se parezcan más entre sí. A esto contribuye también la rapidez y sobre todo la facilidad de las comunicaciones. Cuando empecé a vivir en Nueva York era fácil regresar a España cargado de novedades y sorpresas. Hoy esto es imposible: en todas partes se encuentran simultáneamente los mismos aparatos, los mismos juguetes, las mismas prendas…»
EL REDESCUBRIMIENTO DE NUEVA YORK
«…Para mí Nueva York sigue siendo la de entonces: la de las calles desiertas y los solares tenebrosos, la de los sobresaltos y las maravillas, aquella ciudad abandonada a su suerte, brutal y desesperada, la de una gente que se daba por satisfecha si conseguía sobrevivir a la noche y no sabía que el vino blanco se bebe frío y el tinto, chambré. Con esto no quiero decir que lo que Nueva York es hoy sea peor. Muy al contrario: Todo valor anecdótico que pudiera tener la crueldad de entonces no compensa el sufrimiento de tanta gente, ni el de una sola persona. Por otra parte, según entiendo, los cambios que se han producido en la ciudad no han mejorado paralelamente la suerte de las víctimas de antaño; éstas simplemente han sido barridas hacia otras zonas y su lugar ha sido ocupado por una burguesía pujante y joven…»
LAS MONTAÑAS QUE HIZO EL HOMBRE
«…Hay dos Nueva York: la que se ve desde la calle y la que se ve desde lejos, la de los rascacielos. Esta última, reproducida mil veces por todos los medios visuales, es la que atrae primordialmente al turista, que luego, una vez llegado, ha de enfrentarse a la otra Nueva York, la peatonal. La Nueva York fotogénica, la de los perfiles sorprendentes, solo puede verse desde unos lugares en los cuales, aparte de mirar, hay poco que hacer…» «…la notoriedad de que goza hoy el perfil de Manhattan se debe sin duda a la altura de sus edificios, pero también al hecho, pocas veces mencionado, de que la ciudad se asienta sobre un terreno extremadamente llano, lo que hace que no haya un montículo próximo desde el que pueda gozar de una panorámica general del área metropolitana, que permita ver Nueva York desde arriba…»
Eduardo Mendoza «Nueva York» Editorial Destino