La isla de Jeju, conocida antiguamente en Occidente como isla de Quelpart, es una isla volcánica, dominada por el monte Halla, un volcán de 1950 metros de altura, el pico más alto y la isla más grande de Corea del Sur.
La isla se formó hace cientos de millones de años, como consecuencia de erupciones volcánicas, y se compone fundamentalmente de basalto y de lava. Aunque sólo está a una hora en avión desde Seúl, tiene un clima subtropical, más cálido que el del resto del país, en el que se distinguen cuatro estaciones; parte del verano es lluviosa, y el invierno es muy seco.
En la isla de Jeju existen características culturales que distinguen a su población del resto de Corea, probablemente debidas al aislamiento geográfico. Así, existen miles de leyendas locales. Los harubang («abuelos de piedra») son el distintivo cultural más claro; se trata de esculturas talladas en bloques de lava.
Otro aspecto distintivo de la provincia de Jeju es la estructura matriarcal de las familias, sobre todo en Udo y en Mara. Allí las mujeres, conocidas como las haenyo, (해녀, literalmente mujeres del mar), se ganan la vida buceando a pulmón libre para mariscar moluscos, como los abulones y las conchas.
Los agricultores de la isla de Jeju, para defenderse del viento, han construido más de 22.000 kilómetros de muros hechos con piedra volcánica, que han contribuido a preservar la biodiversidad y la cultura tradicional en los últimos mil años. Los muros de piedra negra, llamados Jeju Batdam (dragón negro), forman parte de los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM), designados por la FAO. En la isla de Jeju, las tierras agrícolas se usan para cultivar orquídeas y productos hortícolas como patatas, zanahorias, ajos, rábano blanco, coles, cebada, judías, entre otras.
Otra de las curiosidades de la isla, es el misterioso Museo de Osos de Peluche. Algunos de ellos, como el de esta imagen, recrean escenas famosas de la cultura mundial.