L. Sierra Los vínculos que unen Burgos con Madrid son de sobra conocidos. Además compartir desde hace siglos nudo de comunicaciones, ambas ciudades otrora castellanas y ahora madrileña y castellano y leonesa comparten un vínculo de unión que no todos los burgaleses conocen. Desde el siglo XIX, algunas de las estatuas erigidas por Felipe V en el siglo XVIII para que el pueblo de Madrid conociera la historia de los reyes de España desde sus inicios en los alrededores del Palacio Real reposan desde entonces en uno de los paseos más emblemáticos de la ciudad: el Paseo del Espolón.
Pero el viaje de estas cuatro estatuas comenzó mucho antes del siglo XVII cuando Carlos III e Isabel II donaron las mismas al Ayuntamiento de la ciudad. En concreto, se inició en el momento en el que Felipe V mandó construir sobre el solar del Real Alcázar, espacio malogrado a consecuencia de un incendio, un nuevo palacio con los cánones y la estética del siglo XVIII.
Fue así como el arquitecto Filippo Juvara con ayuda de Ventura Rodríguez dieron forma a un bello edificio que hoy es un emblema de la capital española. Un Versalles español construido más de cien años después que el emblema francés, con el que guarda cierta similitud, y que dispone de una extensión de 135.000 metros cuadrados y más de 3.000 habitaciones duplicando nada más ni nada menos que al Palacio de Buckingham y siendo reconocido como “uno de los más grandes del mundo”.
Muy cerca de esas miles de habitaciones en las que moraron monarcas de todas las épocas siendo el último en hacerlo Alfonso XIII, se encuentran las famosa estatuas del Palacio Real. Un conjunto escultórico compuesto por 108 ‘habitantes reales’ para un lugar irónico: la Plaza de Oriente, aunque su destino inicial era la parte superior del palacio.
En concreto, la plaza que se encuentra frente a la fachada este del palacio pasó de ser un lugar de tránsito y mercadeo para convertirse en la morada de las “glorias reales”. En este espacio se concentró toda la monarquía hispana desde la época de los reyes godos pasando por los astures, la dinastía de los Trastámara, los Austrias y los Borbones. En total, 108 estatuas que, además de reyes, se completaron con personajes de peso para la España del momento como los emperadores de América.
El sueño de Carlos III
Aunque llegasen a ocupar la Plaza de Oriente, cercana al Teatro Real, la idea era que estas bellezas de la escultura ocupasen la parte alta del palacio. Su destino no era otro que coronar las cuatro fachadas del inmueble, aunque esta idea quedó en saco roto después de que, según cuenta la leyenda, Carlos III mandara retirar las que ya se habían colocado tras haber soñado que el palacio se derribaba con toda su familia dentro.
Sea como fuere, las estatuas fueron retiradas de la parte alta y colocadas en la zona ajardinada donde hoy todavía son admiradas por curiosos y turistas de todos los rincones aunque no todas reposan en Madrid.
El viaje a Burgos
Se sabe que no todas las estatuas ocuparon la Plaza de Oriente por falta de espacio. Según las crónicas consultadas, el traslado y la búsqueda de destino para algunas de ellas comenzó durante el reinado de Carlos III. El monarca donó algunas estatuas a distintas ciudades “amigas”, aunque el impulso definitivo habría de darlo la reina Isabel II que, en 1868, decidió que cuatro de las más emblemáticas fueran a parar a Burgos al recién construido Paseo del Espolón.
La ‘Reina Castiza’ eligió el palacio isabelino para acomodar a una parte de los ilustres de la Historia de España. Llegaron en dos tandas durante los años 1788 y 1868. Así, pasaron a morar en Burgos: el conde Fernán González, San Millán de la Cogolla, Fernando I, Teodorico I, Juan I, , Alfonso XI, Enrique III y Alfonso VI.
Desde entonces, los ocho reyes-colocados frente a la casa consistorial formando un cuadro- dan la bienvenida a los caminantes del paseo que diseñara la marquesa de la Viñuela y que traza el recorrido del Arlanzón en el corazón de la ciudad castellana.
En pleno siglo XXI, los cuatros reyes siguen en el mismo espacio donde se colocara una lápida como señal de agradecimiento hacia Carlos III e Isabel II. Su largo viaje culminó en el lugar de origen de los monarcas que dieron origen a esas estatuas y que, tras muchos años, consiguieron regresar un poco más cerca sus casas.
En otros rincones
Las estatuas del palacio madrileño pueden verse en la actualidad en bellos rincones como los Jardines de Sabatinni y el Retiro de Madrid, además de en la Plaza de Oriente.
Fuera de la capital española, y al igual que ocurriera en Burgos, el Parque de la Florida de Vitoria acoge las imágenes de Ataulfo y Galla Placidia, mientras que la estatua de Alfonso VII puede verse junto a las murallas de Toledo.