Si hay un lugar donde siempre he querido ir, ese es el monte Kilimanjaro. El pico más alto del continente africano atrae cada año a más de 50.000 personas que intentan su ascensión. Algunos son aventureros que intentan coronar las cimas más altas de los 7 continentes, otros son montañeros habituales que buscan una cumbre especial lejos de su entorno y muchos otros son excursionistas ocasionales, personas que buscan un reto concreto o una forma de tiempo libre activo y diferente.
Situada al noreste de Tanzania, la montaña está formada por tres volcanes inactivos: el Shira, en el oeste, de 3962 m. de altitud, el Mawenzi al este, de 5149 m. y el Kibo, el más reciente desde el punto de vista geológico, situado entre ambos y cuyo pico, el Uhuru, se eleva hasta los 5891,8 m. y se constituye en el punto más elevado de África. La primera ascensión a esta mítica montaña data del 6 de octubre de 1889, después de dos intentos fallidos, por el alemán Hans Meyer, el austriaco Ludwig Purtscheller, y el guía chagga Yohana Lauwo.
El Kilimanjaro es conocido por los famosos campos de hielo de su cumbre, que se están reduciendo de forma drástica desde principios del siglo XX y se estima que desaparecerán por completo entre 2020 y 2050. Se contituyó como Parque Nacional en 1973 y es el hogar de pastores masai y campesinos chagga. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1987.
Su nombre fue adoptado en 1860 y provendría del suajili Kilima Njaro. La montaña es un complejo volcánico de forma oval. Su gran tamaño y cercanía al Océano Índico tiene una gran influencia en el clima de la zona lo que ha dado lugar a que este macizo montañoso contenga ejemplos de muy diversos ecosistemas: glaciares, desiertos, páramos alpinos, sabana y selva tropical.