Viaje al valle de las Caderechas en flor

J. López Un año “espectacular” para la floración de los cerezos, árboles que son reflejo de una fruta de calidad sublime, con un equilibrio de dulzor y acidez muy cuidado. Es el máximo exponente del Valle de Caderechas, un microclima burgalés de 8.000 hectáreas, a medio camino entre la capital y Cantabria, que estos días presume de paisaje gracias al fenómeno de la floración, que lo baña en un manto blanco. Durante el fin de semana ‘largo’, con la Fiesta de Castilla y León, miles de visitantes optaron por conocer este pequeño territorio que se erige en protagonista durante las últimas jornadas de abril. Una ‘tormenta perfecta’ que se repite también en la localidad de Corullón (León), que se le conoce como el ‘Jerte berciano’.

Además, la campaña se prevé “óptima” para la calidad de la fruta, a pesar de que hay que ser aún prudentes. Lo asegura a Ical el presidente de la Asociación de la Marca de Garantía de la Cereza y Manzana Reineta de Caderechas, Juan José Gandía, que calificó el puente de “bestial” pero advierte de que “queda poco tiempo” con los cerezos en flor, porque llovió el fin de semana. En principio no la ha dañado, “pero la debilita”. A ello se suman las tormentas que se esperan estos días en la comarca, donde pueblos como Quintanaopio, Aguas Cándidas, Hozabejas, Madrid de Caderechas o Rucandio, entre otros, se afanan en el cuidado de los árboles.

Pueblos decadentes en invierno y erguidos en verano, cuando multiplican su población. Las 17 localidades acogidas a la Marca rondan el millar de habitantes, además de Oña -unos 2.000-. Una figura de calidad que se creó para potenciar este producto y romper con la tendencia de despoblación sufrida desde la emigración de los años 70. La Marca de Garantía -integrada en Tierra de Sabor- engloba a la cereza y a la manzana reineta, caracterizadas por su calidad, y con el sello de certificación desde el 2000.

En este sentido y para luchar contra esa despoblación, el turismo también es un filón que los pueblos intentan explotar, aunque consideran que debe ser ordenado. “Estos días atrás hemos estado desbordados de gente. No se cabía en las carreteras. No siquiera había para dar de comer a todo el mundo. Bares acostumbrados a dar una decena de comidas diarias, estos días han dado un centenar”, señala Gandía.

Sobre la calidad de la fruta este año, la propia floración “está siendo muy buena y todo hace prever que será positiva. “Hace 15 días había nieve, luego calor y en 15 días todo en flor. Ha sido ideal”, explica el presidente de la Marca de Garantía, quien no obstante alude a la prudencia. “Si la floración es buena, hay más producción y más calidad, pero si está lloviendo mucho hay menor producción y menor calidad. En los inviernos fríos, como ha sido el de 2018, la floración es más fuerte y mejor producto. Las condiciones son todas a favor, pero ya sabemos lo que es el campo, una helada te fastidia todo”, resumió.

Idílico paisaje

Las finas, sinuosas y onduladas carreteras que unen cada uno de estos pueblos, con los frutales en flor junto a la calzada, acompañan a los árboles bajo cortados de piedra en la montaña, paisajes paradisíacos, pueblos donde se podrían rodar películas y contrastes de altura que dan peculiaridad al fruto, en un lugar en el que no existe la agricultura extensiva y casi todos los productores de cereza y manzana lo desarrollan como segunda actividad. Tupidos bosques de quejigo, encina y pino resinero que esconden antiguos molinos, e incluso una pequeña central eléctrica casi en ruinas.

Caderechas, siempre con la imagen creada de frutales en flor, se distingue del resto de La Bureba por su particular relieve, su microclima y su vegetación. Circundado por tres grandes formaciones geológicas, el valle cuenta las parameras de La Lora al este, los Montes Obarenes al norte y una depresión al sur.

La calidad de su fruta es antigua. En la documentación del cercano monasterio de San Salvador de Oña existen referencias a la producción de cerezas y manzanas a principios del segundo milenio, principalmente por el pago de diezmos. Nada tiene que envidiar al Valle del Jerte o al Bierzo, más si cabe cuando se sube a alguno de los puntos más altos, como Herrera o Rucandio. Sólo un aspecto, el turismo, que en esta comarca, aunque no falta, es de paso diario.

Un ejemplo ha sido este fin de semana. La comarca no está preparada para asumir una gran afluencia por la ausencia de oferta hotelera. En una semana se podría volver a vivir una situación similar, pues será el turno de los manzanos para su floración. Gandía no descarta aún una nevada en mayo, que no será un problema siempre que “la temperatura no baje de cero grados”. “He visto nevar un 18 de mayo. Es raro, pero ha pasado”, recuerda.

Desde lo más alto del Valle la perspectiva simula a un paraíso interior con vías que unen pueblos y gentes. Y por ende, frutales: 50.000 cerezos, en torno a 100 hectáreas, de los que la mitad cuenta con Marca de Garantía; y 35 hectáreas de manzanos dentro de la figura de calidad, sobre un total de 100. Después, diferentes aspectos técnicos. Las plantaciones más antiguas, con árboles a 10 por 10 metros, pueden parir 100 kilos de cerezas. Los más jóvenes, a 4 por 2 metros, unos 15 kilos por planta, pero “que puede ser de mejor calidad por las variedades utilizadas”. El productor medio ronda los 5.000 kilos al año y sólo tres se sitúan en los 50.000.

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