La Olmeda: lujo romano en homenaje a Aquiles

Juan López “La Olmeda es una de las villas más importantes, fascinantes y mejor conservadas de la Hispania romana. La que más información sobre el medio rural del siglo IV nos ha dado”. El reputado historiador salmantino Gonzalo Bravo, catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, lo tiene claro. “Aparte de la monumentalidad del Acueducto de Segovia o Las Médulas, las otras joyas del pueblo romano son las villas; y en ese capítulo La Olmeda es especial”, incide.

Los más de 4.000 metros cuadrados de yacimiento junto a Pedrosa de la Vega, de los que 1.500 son de mosaico en gran estado de conservación, han convertido a La Olmeda en un referente para estudiosos, profesionales y turistas. No en vano, la visita una media de 60.000 personas al año. Una finca propiedad de un aristócrata romano del siglo IV, dedicada principalmente a la agricultura y ganadería, en una rica zona agraria entre el Carrión y el Pisuerga, que ha dejado el legado de un lujo indudable representado en la ‘musivaria’ romana (industria del mosaico). Principalmente con el suelo del Oecus, el salón principal de la vivienda, que recoge la escena mitológica, convertida en leyenda, de ‘Aquiles en la isla de Skyros’, con una belleza, perfección asombrosa y alta conservación de las teselas a pesar del tiempo transcurrido.

Durante 1.600 años, La Olmeda estuvo enterrada. Pero el 5 de julio de 1968, a las 19.15 horas, Javier Cortes, agricultor y alcalde de Saldaña, rebajaba un terreno de una finca particular para poder regar. Y encontró un bloque de piedra que formaba parte de un muro. La curiosidad le animó a agarrar la azada y excavar, como potencial arqueólogo, hasta alcanzar el medio metro, donde observó, ennegrecida, una piedra “con rayas”, como él mismo definió en la época. Tras rasparlo con un cuchillo, halló un mosaico. Medio siglo después La Olmeda celebra por todo lo alto su cincuentenario, integrada en un edificio arquitectónico premiado en diferentes ocasiones.

Detalle de unos escalones que conducían a la segunda planta. / Brágimo

El motivo principal por el que los expertos convierten al yacimiento en uno de los más relevantes es el mosaico homenaje a Aquiles, en el Oecus, en unas condiciones de conservación excepcionales. Bravo justifica que el grado de humedad de la zona “no era excesivamente alto y mantuvo mejor las teselas” cuando ha estado enterrado. “Si hubiera estado húmedo, la piqueta las hubiera levantado”. Las dos terceras partes del mismo se conservan intactas.

Rompe con las teselas geométricas más frecuentes en los mosaicos de las villas romanas, con colores, líneas entrelazadas y motivos geométricos recurrentes. Pero es que en La Olmeda, prosigue el catedrático, “se combinan dos tipos de formas: la figura humana, a nivel de retrato, y animales y escenas de caza, con lobos, perros salvajes, animales fantasmagóricos, pero no zoomorfas, sino que parecen distorsionados, haciendo un tremendo esfuerzo, descoyuntados de los huesos”. “Son un poco raros, pero identificables”, apostilla Bravo, quien señala que también se observan muchos caballos, hasta tal punto que alguien dijo alguna vez que la villa pudiera haber albergado un picadero o lugar de doma.

Detalle del mosaico de la galería norte del peristilo con rastros de incendio. / Brágimo
Y Aquiles fue a la batalla

Rafael Martínez, jefe del Servicio de Cultura de la Diputación de Palencia, institución que gestiona el yacimiento desde que en 1980 Javier Cortes se lo donara, no tiene duda de que este mosaico, “consolidado” tras un trabajo excelente de los arqueólogos y restauradores, “es uno de los más representativos de la época”. Va más allá: “Todo en su conjunto, la villa y el edificio que lo cubre, convierten a La Olmeda en un yacimiento puntero en España”.

La presencia de Aquiles en la villa romana no es rara. Su escena en la isla de Skyros fue representada por infinidad de artistas a través de teselas y más tarde en la pintura flamenca, como perfeccionó Rubens en el siglo XVII. Pero Bravo reitera que el de La Olmeda “es el mejor conservado de todos, tanto que se pueden identificar incluso los tipos de telas que se observan, como las de unas cortinas, detrás de las cuales se esconde una mujer, que puede ser la hija o la esposa del dueño de la villa, para ver toda la escena de la gesta de Aquiles en Troya”, y que Bravo fecha entre los siglos XIII y X a.C. “Es una leyenda que se ha mantenido y tiene elementos de realidad histórica, pero muy pocos”, dijo. “Cuando en clase explico este capítulo, provoco un desencanto enorme, porque les traslado que la guerra de Troya no existió; solo estuvo en la mente de Homero, que fue un escritor genial”, remarca entre risas.

La profecía señalaba que el héroe griego Aquiles, protagonista de la Iliada, iba a perecer en la Guerra de Troya, pero que si él no iba, Grecia la perdería. Para otorgarle inmortalidad, su madre Tetis lo sujetó por un talón y lo sumergió en la laguna Estigia. Al no quedar bañado por su agua milagrosa, esta zona del pie permaneció como su único punto vulnerable. La propia madre, cuando se desató la guerra, no confió en la invulnerabilidad de su hijo y decidió ocultarlo, vestido de mujer, en el harén del rey Licomedes, pues éste solo contaba hijas. Así pretendía evitar que acudiera al combate. Entonces aparece un comerciante con producto femenino en la casa, que resultó ser Ulises, y dedujo que la mujer que portaba armas era Aquiles, a quien conminó a ir a la guerra con él. Finalmente acudió y mató a Héctor, el héroe troyano.

Al contrario que su talón, parece milagroso que durante tanto tiempo se mantuviera en esas condiciones este homenaje al joven Aquiles, quien comparte escena junto a “retratos femeninos, masculinos y un andrógino”, que bien podrían “ser actuales por su perfección”, matiza el catedrático. “Pero no son conocidos, con lo que se puede deducir que forman parte de la familia del aristócrata”, incide.

El día a día

La villa de La Olmeda, que ya existía en el siglo I, y fue remodelada en el IV, contaba con dos torres octogonales en ambos extremos de la fachada principal, cuyas bases son perfectamente visibles en la actualidad. “Apuntan hacia una especie de pequeño cuerpo de vigilancia del aristócrata, que al parecer era poderoso. Avisaban si se acercaban rebeldes, bandidos e incluso los funcionarios del fisco romano”, relata Bravo. A su juicio, muchas de estas construcciones se radicaban alejadas de las urbes, fuera de caminos y calzadas importantes, que eran frecuentadas por los miembros de la administración, “para pagar menos impuestos”.

Según las investigaciones realizadas, en La Olmeda podrían residir entre 25 y 30 trabajadores, además de la propia familia propietaria, que residía en la ‘Domus’ (la parte interna). Se han contabilizado unas 35 habitaciones separadas de los baños. “Es difícil pensar que todos vivieran dentro, sino que también lo hacían en viviendas colindantes a la finca, con empleados estacionales y temporales en función de la cosecha y recogida del fruto, que durante el resto del año tenían su actividad principal”, justifica. Dado que se desconoce cualquier ciudad romana de importancia en los alrededores, estos trabajadores debían vivir cerca, excepto los de confianza, como los capataces, “que lo hacían dentro, en la parte ‘fructuaria’”.

Las villas más importantes de España, prosigue Bravo, tenían una extensión de entre 30 hectáreas y varios kilómetros cuadrados, es decir, “el territorio entero de una ciudad”, si bien las había también de 200 y 300 hectáreas, aunque reconoce la dificultad de excavar un territorio así alrededor de una villa hoy en día.

Un largo pasillo aúna las columnas del peristilo, que adornaban el jardín interior y su fuente -para la que se creó un sistema de alcantarillado-, con los baños, que contaban con un tamaño “entre el que podría tener una casa particular y los grandes públicos”, como el de Diocleciano, en Roma. Los usuarios, como hoy en día en un balneario, pasaban por tres fases: la fría (frigidarium), templada (tepidarium) y caliente (caldarium), todo ello con un sistema de ‘hypocaustum’ para calentar el agua, algo que se sabe por un horno encontrado en el yacimiento, y que con el tiempo dio paso a la gloria. Este método se encontraba también en algunas de las habitaciones principales de la casa, para mantenerlas calientes en invierno.

A partir de la mitad del siglo V este sistema de villas estaba destinado a desaparecer, pues los agricultores sin tierras y los marginados de Roma se sublevaron. “El tiempo la enterró, literalmente”, sostiene el catedrático, quien señala que quizás eso también la ayudó a estar mejor conservada. Se cultivó siglos después sobre sus mosaicos, hasta que fue descubierta en 1968 por Cortes, que lo donó a la Diputación 12 años después. En 1984 se abrió al público, y el 3 de abril de 2009 reabre al público tras sufrir una importante transformación en su edificación. Casualmente, ese año fallece su descubridor.

Bravo llama la atención de que en La Olmeda no se hallara inscripción alguna, como en el resto de villas de Hispania. “Es algo que da mucha información”, señala, si bien aclara que tenía que ser “un maestro de primera” quien elaboró esas obras en el suelo, solo por la “finura” de la escena del Oecus. Como contrapunto, el yacimiento palentino cuenta con “muchos otros aspectos que ayudan a conocer la situación rural de Roma”.

El 50 aniversario llega repleto de actividades musicales, sociales y por supuesto de participación en el patrimonio, con talleres para escolares en La Olmeda. Y que tendrá su culmen con la reapertura del Museo Monográfico, en la cercana localidad de Saldaña. Actualmente, el yacimiento, con un precio de cinco euros la entrada general, con tarifas reducidas, solo cierra los lunes y favorece la visita guiada.

Taller de aprendizaje de fabricación de teselas en la villa romana de la Olmeda en Pedrosa de la Vega . / Brágimo

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